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miércoles, 13 de junio de 2018

El poder de la belleza

Por Janet

Toda persona tiene la posibilidad de ser atractiva. El color de la piel, tamaño, peso, características de la figura, fracciones, edad, ni afean, ni deforman. Lo más importante es recordar quienes somos y lo que realmente valemos por nuestras actitudes. Lo moderno tampoco esta reñido ni con el lógico pudor, ni con lo apropiado. Recuerdo ahora una fiesta a la cual asistí. Una de las invitadas, conocida de tiempo, vestía un traje a media pierna, con escote y tirantes finos que dejaba la espalda desnuda. Usaba, cubrirse los hombros, un chal traslucido a juego. Ella tenía 68 años, la piel tersa y ademanes elegantes. Se veía preciosa.

¿Y donde esta la enseñanza? Su cuerpo y su piel admitían ese escote. Sus modales y proyección personal apuntaban el desenvolvimiento y seguridad del estilo. Dominaba el rejuego de mostrar y cubrir. Estaba vestida apropiadamente para el tipo de actividad. A eso llamo buen gusto. Lo que en la mente queda perfectamente puede que ante el espejo no funcione. Organiza tu imagen. Siempre voy a insistir en que suavizar áreas y hermosear otras resulta la piedra angular. Seleccionar con ojo se impone, sobre todo ahora, momento en que las tendencias en el vestir son tan amplias. Por ejemplo, si tu talla es menuda y tienes poca estatura, no acentúes el tamaño; cuida de no vestir prendas sobretalla en que te pierdas, o piezas ablusada, faldas estilo, boleros muy amplios y accesorios excesivos, como las maxiblosas. Hay otras opciones.

El gusto personal y preferencias se orientan y cultivan. Dijo el teórico Michael Kors: “ no hay nada pero que una persona incomoda e inquieta con lo que lleve puesto”. Entonces, apuesta por tu seguridad y buen gusto. Los criterios acerca de la elegancia han variado mucho. Sin embargo, hay quienes aun piensan que para estar elegantes se necesita (y basta) un atuendo integrado por piezas de las llamadas de gran vestir y con zapatos de tacones altísimos. Olvidan que estos tiempos demandan y exigen que las personas estén presentables a toda hora, pero con prendas donde primen lo funcional y versátil, y, sobre todo, la comodidad. Y me refiero a esta cualidad, sensación, arista esencial que determina sentirse bien con lo puesto. Porque tan importante como el modelo adecuado es la factura. Es decir, un diseño y un corte con entalle exacto y confección cuidadosa que realcen tu figura.

Hora, momento y lugar son márgenes muy tratados en este campo del vestir. Sin embargo, hay ejemplos del poco cuidado que muchas veces se tiene. Estoy segura que estas cansada de observar situaciones como la de quien asiste a una consulta medica vestida se fuera a la playa o al campismo, con el pretexto del calor, quien acude a la oficina como si fuera de paseo a la orilla del mar, quien va a realizar tramites con prendas propias para andar en casa o asistir al trabajo voluntario, quien se pone un short muy coroto para andar en la ciudad muslos llenos de celulitis y exceso de grasas.

Mi centro de estudio esta enclavado en una céntrica calle capitalina, y en con frecuencia suelo pararme en los portales solo para analizar incongruencias en las formas de vestir que tanto atentan contra la elegancia, el buen gusto, la belleza. Unos pocos ejemplos bastan para ilustrar la prevalencia de esta apreciación. ¿Cómo es tu apariencia cuando botas la basura, barres la acera, compras en el mercado del barrio? La cotidianidad muchas veces mal acostumbra; deja instalar el descuido y hace perder de vista los límites. Con el pretexto del mucho calor, me asfixio, esto no hay quien lo aguante, para que me voy a arreglar… la apariencia se resiente. Cuando al arreglo personal no se le da la importancia requerida, sino se le renta, entonces se acuña una apariencia absolutamente discordante, incluso desagradable.

La del hombre de 30 o 40 años, algo grueso y con barriga, que sale de su hogar a buscar el pan, botar la basura, conversar en la acera, jugar domino… vestido con un simple short y sin camisa, retrato fiel del descuido y falta de educación. La de una mujer en esa edad incierta, mas allá de los 50, quien años atrás fuera muy atractiva, pero en la actualidad solo evidencia el recuerdo de la pasada hermosura y se viste con prendas impropias para ella: short y faldas cortas mostrando muslos y rodillas sin una pizca de juventud, marcadas por la celulitis y los nudos de grasas: topes descubiertos sin percatarse que la piel flácida y el busto sin lozanía marcan su figura de hoy.

La modernísima adolescencia que trasiega por las calles de la ciudad con un short y corpiño tan breves, pero tan breves, que muestra casi todo su cuerpo, o a veces una falda que cada paso tiene que halarla para que recubra la redondez de sus glúteos. Una mujer vestida con falda o pantalón en una tonalidad pastel con las prendas íntimas en un tono fuerte, lo cual las marcas, las hace visible. Son ejemplos puntuales, pero recurrentes. Repetidos en las diferentes barriadas y se multiplican se les unen otras manifestaciones. Cuando lo ideal es transitar por el sendero donde comodidad y apariencia tengan el equilibrio que garantice una imagen graciosa y llamativa.