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viernes, 7 de septiembre de 2018

La página negra de la religión chilena

Por Isabella

La iglesia por los siglos ha sido un templo sagrado en el que buscar paz, conectase con el mas allá y pedir por la salud y el bienestar de todos. Pero en las últimas décadas la religión católica en Chile se ha convertido en una marca inhumana y oscura. Víctimas de abusos sexuales a manos de la jerarquía eclesiástica, incluidos niños, niñas y adolescentes piden a gritos justicia. El fiscal Emiliano Arias toma cartas en el asunto y el próximo 21 de agosto se verá novedades.

Se aproxima una de las fechas más esperadas, el 21 de agosto. Día en que el fiscal Emiliano Arias se verá a la cara con Ricardo Ezzati, el arzobispo de Santiago y líder de la Iglesia católica de Chile. Para interrogarlo como imputado por ocultar abusos sexuales de religiosos a menores. Esta fecha marcará un hecho inédito y trascendental en la historia de Chile.

Un país que durante la dictadura de Pinochet ostentaba una de las Iglesias con más reputación en todo el hemisferio, gracias a su ayuda incondicional a los perseguidos y el enfrentamiento al régimen. Reputación que durante la últimas décadas va en picada producto a acontecimientos marcados como lo son la conducta de la ciudadanía hacia el sendero de la secularización, influida por la diligencia de la jerarquía eclesiástica en los sucesivos escándalos sexuales perpetrados por religiosos, que afligen principalmente a niñas, niños y adolescentes. Alrededor del 38% de los chilenos expresan su deseo de no profesar ninguna religión, marca que dobla la media en el territorio.

Emiliano Arias es el principal encargado de rastrear en Chile los delitos de esta índole cometidos por sacerdotes. Hasta el momento no se había expresado en su decisión de imputar al arzobispo de Santiago, Ricardo Ezzati, ni referido los motivos para investigar a la deliberada jerarquía de la Iglesia católica en Chile. A día de hoy la fiscalía del territorio mantiene más de treinta y siete causas abiertas de abusos sexuales en la institución, pero la cifra va en aumento desenfrenado. Ya son sesenta y ocho las personas investigadas, dentro de las cuáles cincuenta y ocho son religiosos. Las víctimas marcan una cifra total de ciento cuatro según la última contabilización, donde cincuenta y dos eran menores de edad en el instante de los abusos.

Es triste que actos como este hayan ocurrido ante los ojos de todos y poco se haya podido hacer. Es imprescindible como víctima denunciar, como familiar desconfiar y estar pendiente de cada cambio de nuestros hijos y persona alzar la voz y denunciar hasta que se haga justicia. Esta vez, aunque tarde, se están tomando cartas en el asunto y se espera que cada uno de los implicados pague por estos actos inhumanos y horrendos que empañan la religión.