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miércoles, 20 de junio de 2018

Las faldas (no) cuentan

Por mestiza93

En uno de los pocos países de África donde el español es idioma oficial, las mujeres llevan la batuta en el ámbito literario. Mientras sus gobernantes -casi todos hombres- discuten medidas de seguridad encaminadas a prevenir conflictos y promover la paz, algunas mujeres de Guinea Ecuatorial escriben. Relatan sus vivencias o ficcionan sobre la realidad y la historia de ese país centroafricano.

Con una versión del español excesivamente parecida a la de España -su antigua metrópoli- estas escritoras discursan en torno a la religión y la cultura bantú, la brecha entre géneros, la homosexualidad o la tecnología. Ponen el dedo en la llaga.

 

Sin embargo, su literatura parece ser el reflejo de una mirada eurocéntrica, maquillada de postura progresista ante la sociedad contemporánea. Estas mujeres -aun así- podrían dar pasos significativos hacia el empoderamiento femenino en su tierra, que al independizarse de España, en 1968, figuraba entre los países más pobres de África.

El desarrollo petrolero impulsado por sus mandatarios tras obtener la soberanía nacional, convirtió al país en el tercer productor de crudo de África subsahariana, solo después de Nigeria y Angola. Ello se ha revertido en el orden social. En el 2014, el ministro de Hacienda ecuatoguineano, Marcelino Owono Edu, aseguró que el 35% del presupuesto estatal está dedicado a las políticas sociales. En sectores como la salud resulta visible el cambio: según la Organización Mundial de la Salud (OMS), las muertes por paludismo se han reducido en un 90%.

En planos como la equidad entre géneros, aunque todavía restan grandes deudas —reflejadas la literatura escrita por mujeres— la sociedad ecuatoguineana avanza paulatinamente. Trifonia Melibea, autora de «Hola, mujer», una combinación de novela escrita con audionovela describe la realidad en estos términos: «Te iba a comentar un poco la historia de Guinea, la que tiene que ver con los fang…el Estado, a pesar de recoger ciertos derechos en la Constitución, da lugar a que la tradición sea más fuerte que la ciencia. Las mujeres aquí vivimos así...sometidas por la iglesia y la cultura bantú… tenemos derechos formales, no reales»…

Sin embargo, el ascenso sociopolítico de la mujer y su empoderamiento en esta nación africana, es cada vez más palpable. No por datos o estadísticas, sino que ejemplos concretos lo respaldan. En Cuba, hasta hace poco tiempo hubo una embajadora de ese país…

Todo cambio parte del reconocimiento. Por eso, mujeres como Trifonia —enumerada por El País entre las 10 africanas del 2016— a pesar de su enfoque eurocentrista que se pronuncia contra el tradicionalismo religioso, podrían ser claves. Sus relatos podrían devenir fuente de transformación social en el orden de la igualdad de géneros.

Si se echara un vistazo al fenómeno en el continente, tampoco sería demasiado alentador el resultado, como no lo es en la totalidad del globo. Se ha llegado a decir que en las condiciones actuales, el mundo tardaría 118 años para cerrar la brecha entre mujeres y hombres.

No obstante, África Subsahariana cuenta tres de sus países —Ruanda (6), Namibia (16) y Sudáfrica (17)— entre los 20 de menor brecha entre hombres y mujeres en salud, educación, oportunidades económicas y representación política. Esta se ha cerrado un 4 % en los últimos diez años, según el Informe Global de la Brecha de Género 2015 del Foro Económico Mundial.

Guinea Ecuatorial registró el más alto crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) del mundo entre 1995 y el 2001 y comparar sus datos económicos actuales con los de la etapa anterior a la explotación del petróleo, resulta sugerente. De un crecimiento medio anual entre 1984 y 1994 de 3%, pasó, entre 1994 y el 2004 a 21,6%.

Solo que ese camino no debería seguir siendo transitado sin la participación femenina. Un país más preocupado por la participación y emancipación real de la mujer, casi siempre constituye sinónimo de progreso social. La pregunta para los guineanos es cómo lograrlo sin renunciar a tradiciones milenarias, ni a sus religiones autóctonas. Tanto Trifonia como Julia Raquel Alene, autora del relato El puente de la vida, deberían aportar algunas respuestas.

Allí se cuenta la historia de una mujer que cogió algo de ropa y sus ahorros de un año y medio y se marchó. Dijo que volvía a su aldea para que no publicaran una foto de “se busca” ...Para ella era mejor así, aunque su "desgarrado corazón no parecía estar de acuerdo". Latía más rápido, y sentía una sensación de ahogo entre mis costillas, en el pecho. Dios parecía estar incumpliendo su palabra, y me estaba dando una carga que yo creía no poder aguantar"...